Sobre la mesa se sitúan campanas tibetanas en diferentes partes del cuerpo para que resuenen armoniosamente.

Las vibraciones generadas se propagan por todo el cuerpo, y es precisamente en este sentido que hablamos de “masaje”.

Los humanos percibimos sonidos graves a partir de una frecuencia mínima de 16/20 Hz.

En el umbral de 20 Hz, la percepción pasa directamente al nivel corporal.

Las campanas colocadas directamente sobre el cuerpo generan una sensación de calor y ayudan a disolver tensiones profundas.

Durante los tratamientos, las ondas cerebrales se sincronizan progresivamente, pasando de frecuencias Beta a frecuencias más lentas y profundas: Alfa, Theta y Delta.

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