La relación entre los seres humanos y las mascotas se remonta a siglos, incluso a milenios. La antropología, la arqueología y la historia han analizado esta relación de muchas maneras a través de pruebas materiales y escritas, todas ellas convergiendo hacia una imagen de coexistencia estrecha y armoniosa, sin la dinámica de explotación que ha caracterizado cada vez más nuestra evolución.
En arqueología, la práctica de enterrar a un animal doméstico en su propia tumba o en el mismo espacio funerario en general, ya sea una simple fosa en el suelo o una estructura monumental que alberga a toda la familia, es bien conocida y bastante longeva, es decir, está documentada en diferentes fases históricas. Incluimos casos de perros, burros, mulas, caballos y ganado vacuno en los que los métodos de enterramiento y el análisis de los restos óseos han puesto de manifiesto el fuerte carácter ritual de esta práctica, como expresión del deseo de pasar la vida después de la terrenal junto al animal.
La relación con el perro, documentada desde la prehistoria, evolucionó a través de fases de domesticación destinadas a la protección de la casa y el ganado, hasta la participación más total en la vida doméstica. En muchas obras de la historia del arte clásico el sentimiento de hermandad entre el hombre y el animal se representa a través de tiernas escenas de juego con niños o representaciones de relaciones puramente afectivas.
Como en este bonito mosaico egipcio del siglo II a.C., en el que el perro es «fotografiado» un momento después de haber volcado una jarra, esperando que su humano le reproche.
Las obras de muchos autores modernos trazan un camino desde la afirmación de la inmortalidad de los animales hasta el reconocimiento de verdaderos derechos de los animales, independientemente de la existencia o no de una vida futura común.
Sin embargo, han sido necesarios siglos de inquietudes intelectuales, observaciones científicas y creencias religiosas para que los animales sean considerados como seres vivos al mismo nivel que los seres humanos, al menos sobre el papel.
Sólo en los últimos años varios países europeos (Alemania, España, Italia) han promulgado enmiendas y leyes que protegen a los animales de compañía como miembros de pleno derecho, o afectos, de nuestras familias y, por tanto, con derecho a ser cuidados y protegidos por sus dueños.
Queda mucho por hacer desde el punto de vista cultural, pero confiamos en un cambio que sólo puede hacernos bien, ya que nos devuelve a nuestros orígenes
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Bibliografía
F. SANTINI, L’amore tra uomo e animali: tre casi studio di sepolture di animali tra rito e culto nella provincia di Rieti, Antropologia e archeologia dell’amore, IV Incontro di studi di Archeologia e Antropologia a confronto, Roma.
A. MASSARO, Dall’anima degli animali ai diritti animali, en Lo Sguardo – rivista di filosofia N. 18, 2015 (II) – Confini animali dell’anima umana. Perspectivas y problemas.