Una anciana de Yunnan, seguidora laica del chan, como se llama al zen en China, llevaba una casa de té en la carretera principal. Era famosa por impartir edificantes lecciones de sabiduría a los monjes que pasaban por su taberna. Muchos preferían evitarla; sólo los más atrevidos, o los verdaderos buscadores de la Verdad, se atrevían a detenerse allí.
Un día, un bonzo, deseoso de darle una lección, intentó desafiarla.
«Tú que lo sabes todo sobre el chan, dime una cosa: ¿Cuál crees que sea el significado fundamental del mensaje de Bodhidharma?»
Sin mediar palabra, la mujer cogió una tetera y ofreció a su invitado un tazón de té.
«Aquí está mi respuesta», dijo finalmente, con su mirada sonriente.
El monje abrió los ojos, visiblemente desconcertado.
«¿No lo entiendes?»
«¡No!»
«Sin embargo, es sencillo: los mil sabores de la hoja de té se difunden en el agua».
Los ojos del bonzo siguieron mirándola interrogativamente.
«La verdad se transmite de un corazón a otro, más allá de las palabras».
Y el monje derrotado se puso de nuevo en marcha, reflexionando sobre la lección que había recibido.
La fama de la dueña de la casa de té se había extendido tanto que los superiores de los monasterios de los alrededores se pusieron celosos. De hecho, las lecciones de sabiduría de la posadera anunciaban a su maestro chan, cuyos seguidores crecían mientras los hermanos de las escuelas competidoras disminuían. En un momento dado, uno de ellos decidió enviar a sus dos discípulos más eruditos para intentar ridiculizar a la excéntrica dama del té. La mujer colocó un cuenco humeante delante de los dos.
«He preparado para ti un té raro, de una calidad digna de la mesa de un príncipe. El que posea un poder milagroso, que se lo beba».
Los hermanos se miraron, cada uno aspirando a ser más humilde que el otro. Mientras tanto, el té se enfriaba. La anciana volvió y dijo:
«Entonces vea mi extraordinario poder».
Y vació el cuenco, disfrutando delaroma con deleite.
«¿Pero qué poder has manifestado?» se aventuró a preguntar uno de los monjes.
«La del momento presente. Si bebo lo hago con todo mi ser, sin pensar en nada más».
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De Tales of the Zen Sages, Pascal Fauliot